27 mar 2012

Consumida



Consumida. Consumida estaba.

Arrabales de desesperación. Ojos entornados para entrever la realidad sólo a medio gas. La rendija suficiente para no perder la razón, la sinrazón.

Noches bohemias; agua fluyendo lentamente, siguiendo un sendero sin decidirse por ninguna dirección; vendedores de palabras enlatadas; un pájaro pardo picoteando al lado las migajas podridas; especuladores de amistad; risas forzadas; reporteros danzando en la mediocridad de una misma; buscavidas sin más. Desorientada, totalmente perdida en una caja de sueños frustrados.

Un borracho se acerca. Pelo blanco, manos negras. Observa el carmín corrido, desgastado, quizá antaño besado y deseado. Restos de micra en el suelo, de mi microcosmo sumido en el macrocosmo de mujer universal, pública e impersonal. Donde ya no valgo nada, donde nadie me extraña. Ningún aditivo. Ninguna inquietud. Quietud. Sólo queda esperar. Esperar.

Esperar al adiós.

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